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Acompañantes

Una de las funciones que definen muy claramente lo que es la Acción Católica General es precisamente la tarea del acompañamiento. Acompañamos la formación del corazón de todos aquellos que, habiendo tenido un encuentro con el Señor, desean que Él sea el motor que guíe sus vidas, siendo capaces del anuncio testimonial del Evangelio y siendo apóstoles en medio del mundo. No se trata únicamente de una formación catequética, ni doctrinal, tampoco, exclusivamente, de una formación social, humana o eclesial; sino se trata de acompañar a las personas en un camino donde armonizando todas las dimensiones de su fe, puedan optar, de manera libre, por Jesucristo, conocerlo, vivirlo, para así poder seguirlo y anunciarlo en la vida personal, familiar, eclesial y social. Así lo dice nuestro proyecto:

“Acompañar procesos de formación cristiana es la gran tarea de la Acción Católica, que es escuela de formación. Evangeliza formando, y acompañar procesos de formación es un verdadero y cualificado compromiso apostólico. Acompañar es compartir la vida, los bienes, la acción con un grupo de personas y ser instrumento de la gracia convirtiéndonos en bendición para las personas que así ahondan la comunión con Jesucristo y desarrollan y afianzan su identidad cristiana”..



La Acción Católica General forma parte de la estructura propia de la Iglesia, considerada como el instrumento que ofrece para canalizar la sed de Dios de los laicos habituales de nuestras parroquias. La tarea del acompañante “consiste en animar un proceso de fe en el que, mediante las necesarias etapas planteadas, ayude a las personas que lo realizan, niños, jóvenes y adultos, a encontrarse con Jesucristo y a vivir la comunión con Él”. Para esta tarea los acompañantes han de ser personas «de una fe profunda, de una clara identidad cristiana y eclesial y de una honda sensibilidad social».

Esperemos que esta sección sea para todos nosotros una ventana abierta, que nos introduzca cada día en el arte de acompañar, desde la experiencia y desde la formación.

EL ACOMPAÑANTE
ACOMPAÑADO

¡NO TE QUEDES SOLO! ¡ANTES DE ACOMPAÑANTE, ERES AMIGO DE JESÚS!

Para poder alimentar su propia vida de fe, el acompañante debe pertenecer a un “equipo de vida” donde formarse en lo común del ser cristiano, orar, celebrar y compartir la vida junto con personas de la parroquia, de edad y proceso similar, que pueden estar comprometidas en otras tareas pastorales distintas al acompañamiento. No estamos hablando de un equipo funcional, de cara al acompañamiento, sino de un grupo estable donde madurar en la fe. Esa vivencia de equipo es la que extrapola al grupo de infancia que acompaña, siguiendo unos principios metodológicos comunes, aunque con las convenientes adaptaciones en función de las edades y el momento del proceso. Esto ayuda a los niños, entre otras cosas, a situar su camino dentro de un itinerario para toda la vida, y al acompañante a transmitir los principios desde la propia experiencia.

Pero, además, es preciso que cada cierto tiempo el acompañante se coordine con otros acompañantes para profundizar, únicamente, en lo específico de su labor. El acompañamiento es una tarea común que debe ser vivida, experimentada y revisada desde un trabajo en equipo con personas vocacionadas a ello.

Principales documentos

El acompañamiento en la tarea del consiliario de ACG.

Llamados a acompañar. Material sobre el acompañamiento en la fe.

ACOMPAÑANTES DE INFANCIA

El acompañante de grupos de infancia es alguien que opta por los niños y camina con ellos, para ayudarles a ser lo que Dios quiere que sean. Debe mostrar actitud de amor y confianza en ellos, estando dispuesto a dedicarles tiempo, tanto en los momentos de grupo como individualmente.

El acompañante es un colaborador de Dios educador. Su tarea consiste en animar el proceso de fe que ayude a los niños a encontrarse con Jesucristo y a vivir la comunión con Él. Para desempeñar este precioso servicio, ha de ser persona de una fe profunda, de una clara identidad cristiana, eclesial y de una honda sensibilidad social.

La catequesis es un pilar maestro para la educación de la fe, y hacen falta buenos catequistas. Gracias por este servicio a la Iglesia y en la Iglesia. Aunque a veces pueda ser difícil, se trabaje mucho, con mucho empeño, y no se vean los resultados deseados, educar en la fe es hermoso. Es, quizás, la mejor herencia que podemos dejar: la fe. Educar en la fe, para hacerla crecer. Ayudar a niños, muchachos, jóvenes y adultos a conocer y amar cada vez más al Señor, es una de las más bellas aventuras educativas: se construye la Iglesia. «Ser» catequistas. No trabajar como catequistas: eso no vale. Catequista es una vocación: “ser catequista”, ésta es la vocación, no trabajar como catequista. ¡Cuidado!, no he dicho «hacer» de catequista, sino «serlo», porque incluye la vida. Se guía al encuentro con Jesús con las palabras y con la vida, con el testimonio. «Ser» catequistas requiere amor, amor cada vez más intenso a Cristo, amor a su pueblo santo. Y este amor no se compra en las tiendas. ¡Este amor viene de Cristo! ¡Es un regalo de Cristo! ¡Es un regalo de Cristo! Y si viene de Cristo, sale de Cristo y nosotros tenemos que caminar desde Cristo, desde este amor que Él nos da. Pero ¡cuidado! Jesús no dice: vayan y apáñense. ¡No, no dice eso! Jesús dice: Vayan, yo estoy con ustedes.

Discurso del Santo Padre Francisco a los participantes en el congreso internacional sobre la catequesis (Viernes 27 de septiembre de 2013).