Por Rufino García Antón. Delegado Episcopal de Movilidad Humana (Migraciones) de la archidiócesis de Madrid.
La Constitución Pastoral del Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, afirma en el número 1 que “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo”. Esta cita del Concilio me sirve para justificar el título del artículo y, particularmente, la expresión “signo de los tiempos”, una realidad a la que alude Jesús en varios textos de carácter escatológico (ver Mt 16,2-3 y Lc 12,54-57) y que fue definitivamente acuñada por el Papa San Juan XXIII y el Concilio Vaticano II para referirse a una realidad importante que “implica un discernimiento colectivo y luego una respuesta, un compromiso de la Iglesia a través de sus miembros”1 (2). Y me agrada que vuestra revista lleve precisamente el nombre de SIGNO.
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Por Por Julián Lozano López Sacerdote de la Diócesis de Getafe.
En la carta a Diogneto, ese texto del siglo I-II que refleja la vida de los primeros cristianos, se nos dice que los seguidores de Jesús de Nazaret “habitan en su propia patria, pero como forasteros; toda tierra extraña es patria para ellos, pero están en toda patria como en tierra extraña.” Y más adelante continúa: “viven en la carne, pero no según la carne. Viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el Cielo (…) Los cristianos viven en el mundo, pero no son del mundo”. Es lógico que así sea, pues el Maestro afirmó
Por Ana Medina. Periodista de la diócesis de Málaga
Dice Jesús Montiel que el amor es una mano que no sabe cerrarse. De la misma manera, estoy convencida de que la Palabra de Dios no sabe dejar de pronunciarse, de abrirse paso a través de mil vericuetos hasta llegar a alcanzarnos, a comunicarse con y a través de nosotros.
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Por Érika Vélez, Rubén Correa y Bruno Correa. Laicos de la diócesis de Málaga
El Año Jubilar 2025, dedicado a la esperanza, ha llegado para nuestra familia en plena experiencia de migración. En todo este proceso de llegada a España hace dos años, con maletas cargadas de despedidas y un olor vivo a patria Colombiana, hemos sentido como Dios, en su infinita y misteriosa providencia, ha transformado nuestro dolor de refugiados en fe y nos ha conducido a ser instrumentos de su esperanza en un mundo tan necesitado de solidaridad, amor y justicia..
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